miércoles, 15 de octubre de 2014

El fin de la oración

¿Cuál es el fin de la oración?

Pensamos que orar es dirigirnos a Dios, hablar con Él, pedirle por nuestras intenciones, ponerle al corriente de nuestras necesidades.

Solemos pensar que orar consiste en enlazar una retahila de palabras, y que como no somos capaces de hacer esto o nos aburre, no merece la pena orar.

Pensamos que orar es para las personas de fe elevada, para los monjes o religiosos, para las personas consagradas. Yo no necesito orar.

Sin embargo orar se parece más a escuchar, no con nuestros oídos sino con el espíritu, en nuestro interior.

Dios no necesita que le pidamos nada pues Él conoce nuestras necesidades, aun las que nosotros mismos desconocemos o no sabemos pedir.

Sin embargo, Él nos dice que tenemos que orar, porque por la oración nos ponemos en disposición de oir.

Jesús es el amigo del alma, aquel con el que no te cuesta trabajo abrir tu corazón porque te conoce perfectamente y tú lo conoces a él. Aquel del que sabes que no te va a malinterpretar, que no va a sacar dobleces ni malas intenciones de lo que le digas. Aquel que acogerá tus dolores con ternura y compasión, y no con indiferencia o lejanía.

Pero orar con Él no es una conferencia que le demos con nuestros pesares. Orar es hacer el silencio en nuestro corazón para escucharle, mediante la lectura de la Palabra de Dios, mediante las sugerencias íntimas que recibes en el fondo de tu alma, mediante la recta y sana interpretación de los signos que te rodean.

No ores hasta que Dios te escuche, 
ora hasta que lo escuches a Él

martes, 16 de septiembre de 2014

Música inspiradora: Yo lo resucitaré



Yo le resucitaré

Yo soy el pan de vida,
el que viene a mí no tendrá hambre,
el que viene a mí no tendrá sed.
Nadie viene a mí
si mi Padre no lo llama.

Yo lo resucitaré.
Yo lo resucitaré.
Yo lo resucitaré
en el día final.

El pan que yo les daré
es mi cuerpo, vida del mundo.
El que coma de mi carne
tendrá vida eterna, tendrá vida eterna.


Yo lo resucitaré.
Yo lo resucitaré.
Yo lo resucitaré
en el día final.


Yo soy esa bebida
que se prueba y no se siente sed.
El que siempre beba de mi sangre
vivirá en mí y tendrá la vida eterna.


Yo lo resucitaré.
Yo lo resucitaré.
Yo lo resucitaré
en el día final.


Sí, mi señor, yo creo
que has venido al mundo a redimirnos
que tú eres el hijo de Dios
y que estás aquí
alentando nuestras vidas.


Yo lo resucitaré.
Yo lo resucitaré.
Yo lo resucitaré
en el día final.

viernes, 15 de agosto de 2014

El whatsapp, una nueva adicción

Una adicción es la inclinación a una actividad o situación en la que una persona recibe una satisfacción y siente que no puede prescindir de ella.

La naturaleza humana, por haber sido creada libre, tiene un potencial de desarrollo inmenso: somos capaces de lo mejor y de lo peor, casi simultáneamente.

Nuestra labor es encontrar el punto en el que cualquier cosa esté a nuestro servicio y no al revés.

A mí pueden gustarme muchos los dulces, pero si no paro de darme atracones de dulces tengo un problema.

A mí me puede apetecer hacer ejercicio, pero quien se pasa termina por exagerar las conductas.

Todo lo que es inherente al ser humano es hipotéticamente posible objeto de abuso o 'carencia absoluta' (otra forma de abuso cuando esta carencia es perjudicial para nosotros).

Esto es así y contra ello tenemos que luchar. Y hay muchas asociaciones y personas bienintencionadas y rectas que quieren ayudar a otras personas a salir de situaciones perniciosas para ellas.

Sin embargo, no he tenido la ocasión de leer nada sobre adicciones basadas en comportamientos sociales inútiles como el whatsapp. Y que conste que el problema que yo denuncio hoy aquí concierne directamente a los más vulnerables que son los jóvenes, ... y muy jóvenes. Los adultos tenemos más recursos para racionalizar y racionar nuestros comportamientos, pero ellos no.

El fenómeno del whatsapp se ha convertido en una norma social casi ineludible: si no tienes whatsapp eres como un bicho raro, no estás a la última, estás desconectado del mundo (en mi familia, debemos ser todos unos bichos raros).

Hoy la comercialización de este producto ha ido dirigida no sólo a los adultos, sino a los muy jóvenes, como introducción a un ámbito tecnológico del que sean dependientes el día de mañana.

Los jóvenes necesitan tiempo para estudiar, para descansar, para entretenerse y divertirse, para reflexionar y disfrutar de muchas cosas. Este producto (amplísimamente extendido entre la juventud, ahí está el problema) viene a provocar justamente lo contrario: con la excusa de la vida social, los jóvenes se vuelven más aislados que nunca, no tienen tiempo para otra cosa que no sea estar pendiente del móvil, se pierden horas y horas de tiempo inútilmente.

Vemos muchos ejemplos (muchos) a diario de jóvenes en los que su relación con el móvil es directamente proporcional a su fracaso escolar. Y del éxito escolar, todos sabemos que puede depender su felicidad y su futuro profesional el día de mañana.

El whatsapp es el prototipo de 'necesidad creada para cubrir ningún hueco' puesto que no es ninguna condición humana llevada hasta sus extremos, sino un mero producto comercial que envilece el tiempo tan precioso de nuestros jóvenes.

Sin embargo, y aunque sus efectos perjudiciales continúan en aumento, no escuchamos ninguna voz que se levante en contra del uso indiscriminado de estos servicios por parte de los más vulnerables.

Sirva este pequeño artículo como aviso de un efecto pernicioso que me preocupa cada vez más.


domingo, 15 de junio de 2014

Las flechas en la aljaba (XX): la argucia principal del demonio

¿Sabes cuál es la argucia principal del demonio?

¿La tentación de un gran poder o riqueza? No.

¿La seducción de la carne? El diablo no necesita tentarnos en esto. Nuestra propia debilidad nos empuja.

¿Sembrar la duda en nosotros sobre Cristo?

Ninguna de estas estratagemas es la más frecuentemente usada por el demonio, la que causa más estragos, la que nos aleja más de Dios.

La estrategia que emplea con más frecuencia y más réditos le proporciona es: robarnos la paz de espíritu.

Dios y su amor reinan en nuestra alma si mantenemos nuestra paz de espíritu. Es en esta paz como al alma goza de la felicidad de los bienes recibidos, como progresa más efectivamente en la vida espiritual, como nos encontramos más unidos con Él.

¿No has experimentado alguna vez alguna de estas situaciones? Te encuentras en paz, pero algo viene a trastornarte al comienzo de la jornada: una discusión, por ejemplo. Esto ya te ha descentrado y te ha empezado a amargar el día. Después otro contratiempo se presentó: una llamada en la oficina que te obligó a cambiar la programación de tu trabajo. Al volver a casa un atasco de tráfico más importante de lo normal te hace retrasarte para reunirte otra vez con tu familia. Pretendías salir a hacer algunas  tareas, te vestiste una camisa limpia, una de tus preferidas, y se rasgó accidentalmente. Cuando fuiste a cenar, la cerveza que tanto te gusta y que tomas todas las noches, se había acabado y ya no había.

Si te fijas, son todos pequeños contratiempos, naderías ordinarias, dificultades de la vida que podemos sobrellevar adecuadamente si estamos convenientemente preparados y sobreaviso. Nada de estos ejemplos es grave o permanente, todos estos incidentes son perfectamente normales en nuestras vidas.

Sin embargo, si no estamos preparados, es muy habitual que la suma de todas estas pequeñas dificultades terminen por causar en nosotros la sensación de que el día nos ha ido fatal.  Y el diablo ha conseguido su propósito, sembrar en tí la semilla de la falta de esperanza, de la angustia, de la tristeza, sin que nada de eso sea debido a algo importante de tu vida, sino a una suma de pequeñas cosas.

Lucha en tu vida por conservar la paz espiritual. Acostúmbrate a hablar transmitiendo paz en tu tono de voz. Tómate las dificultades cotidianas de la vida con serenidad. Controla la ansiedad que transmites a los que te rodean.

Verás que todo esto revertirá positivamente hacia tí y será una manera de ir venciendo al maligno día a día.

Otros enlaces:
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jueves, 15 de mayo de 2014

El Buen Pastor


El buen Pastor, 
por salvar a sus ovejas, 
soportó la pasión de la cruz. 

Y sus ovejas lo siguieron 
en la tribulación y la persecución, 
en el sonrojo y el hambre, 
en la debilidad y la tentación, 
y en todo lo demás; 

Por eso recibieron del Señor la vida sempiterna. 

lunes, 31 de marzo de 2014

Spem in alium non habui...

En el albor de la nueva claridad de la Pascua que la Cuaresma y la Semana Santa anuncian como trompetas que traen la salvación a nuestra tierra, a nuestra carne, repetimos yo y mi familia, con Josué, aquellas palabras sagradas:


"Y si no están dispuestos a servir al Señor, elijan hoy a quién quieren servir: si a los dioses a quienes sirvieron sus antepasados al otro lado del Río, o a los dioses de los amorreos, en cuyo país ustedes ahora habitan. Yo y mi familia serviremos al Señor." (Jos 24, 15)


sábado, 15 de marzo de 2014

Magisterio ordinario y extraordinario

¿Qué hemos de entender por magisterio?
 Es el ejercicio de la función de enseñar que compete a un obispo sobre la comunidad que le ha sido encomendada. El obispo, por tanto, es el maestro máximo de la fe sobre sus fieles y ejerce el magisterio cuando les enseña el contenido de la fe.

¿Qué es el magisterio ordinario?
Es la función de enseñar que ejercen los obispos en comunión con el Papa sobre la comunidad que le ha sido encomendada.
Se llama ordinario, porque se ejerce ordinariamente mediante la catequesis y la predicación, sin ninguna solemnidad especial.
Exige de los fieles nuestra adhesión al contenido de la fe enseñado, si bien no está libre en absoluto del error. (CIC n. 753; Catecismo, n. 85, 2034)

¿Qué es el magisterio extraordinario?
Es la función de enseñar que ejerce el Papa solemnemente

Un obispo que no esté en comunión con el Papa, ¿puede enseñar la fe?
Al no estar en comunión con el Papa, no puede ejercer el magisterio ordinario que le compete. (Catecismo, n. 2034).

Si un obispo puede equivocarse y se exige que me adhiera a su enseñanza, ¿qué debo hacer si me enseñan algo que sé que está equivocado?
En primer lugar, nuestra fuente de conocimiento de la verdad revelada no proviene exclusivamente de la que recibimos de nuestro obispo (o del Papa) sino que la fe se recibe ex auditu (según lo oido) por el testimonio de otros fieles y otros sacerdotes, de nuestro conocimiento de la Santa Biblia y de la Tradición de la Iglesia.
En segundo lugar, todo docente puede equivocarse, pues todos somos falibles, por lo que será imprescindible nuestro discernimiento para asegurarnos el contenido exacto de la fe.
En todo caso, debemos siempre respeto a la enseñanza recibida, aunque pueda contener algún error sin mala fe, del mismo modo que respetamos lo que nos enseña con buena intención nuestro padre o nuestra madre, aunque ellos tampoco están libres del error.

Un obispo o el Papa, ¿puede ejercer alguna actividad intelectual que no constituya magisterio ordinario ni extraordinario?
Si un obispo (o el Papa) dicen "buenas tardes" cuando es por la mañana, no ejercen una actividad magisterial. Esto no es magisterio.
Un obispo (o el Papa) que dan una clase de física o dictan una conferencia ante un auditorio o escriben un libro sobre un tema, incluso teológico, no ejercen el magisterio episcopal.
Nuestro Santo Padre Benedicto XVI, en su fructífera obra "Jesús de Nazaret" precisa esto al comienzo de la misma, reconociendo que dicha obra no debe ser interpretada como un acto magisterial suyo como sucesor de Pedro.
El magisterio se ejerce cuando el obispo o el Papa se dirigen a sus fieles con la intención de impartir una catequesis o una predicación en el ámbito de una congregación de fieles reunida para tal fin.
Del mismo modo, también se ejerce el magisterio cuando un obispo (o el Papa) escribe una carta u otro documento con la intención de dirigirse a sus fieles para ilustrarles sobre la fe.

sábado, 15 de febrero de 2014

El futuro de la Iglesia


El futuro de la Iglesia (Ratzinger, 1968)

Lo que dijo Joseph Ratzinger en 1968 acerca de la Iglesia del 2000

Hace poco más de cuarenta años y casi una década antes de ser nombrado obispo por Pablo VI, el entonces sacerdote y profesor de teología en Tubinga y luego Ratisbona, Dr. Joseph Ratzinger, emitía una serie de charlas en un programa radiofónico de su país. La misma ha sido publicado en un libro titulado "Fe y futuro".

...sólo quien se da a sí mismo crea futuro. Quien sólo quiere enseñar, quien sólo desea cambiar a los otros, permanece estéril.

No necesitamos una Iglesia que celebre el culto de la acción en «oraciones» políticas. Es completamente superflua y por eso desaparecerá por sí misma.

Permanecerá la Iglesia de Jesucristo, la Iglesia que cree en el Dios que se ha hecho ser humano y que nos promete la vida más allá de la muerte.

De la misma manera, el sacerdote que sólo sea un funcionario social puede ser reemplazado por psicoterapeutas y otros especialistas.

Pero seguirá siendo aún necesario el sacerdote que no es especialista, que no se queda al margen cuando aconseja en el ejercicio de su ministerio, sino que en nombre de Dios se pone a disposición de los demás y se entrega a ellos en sus tristezas, sus alegrías, su esperanza y su angustia.

Demos un paso más. También en esta ocasión, de la crisis de hoy surgirá mañana una Iglesia que habrá perdido mucho. Se hará pequeña, tendrá que empezar todo desde el principio.

Ya no podrá llenar muchos de los edificios construidos en una coyuntura más favorable. Perderá adeptos, y con ellos muchos de sus privilegios en la sociedad.

Se presentará, de un modo mucho más intenso que hasta ahora, como la comunidad de la libre voluntad, a la que sólo se puede acceder a través de una decisión. Como pequeña comunidad, reclamará con mucha más fuerza la iniciativa de cada uno de sus miembros.

Ciertamente conocerá también nuevas formas ministeriales y ordenará sacerdotes a cristianos probados que sigan ejerciendo su profesión: en muchas comunidades más pequeñas y en grupos sociales homogéneos la pastoral se ejercerá normalmente de este modo.

Junto a estas formas seguirá siendo indispensable el sacerdote dedicado por entero al ejercicio del ministerio como hasta ahora. Pero en estos cambios que se pueden suponer, la Iglesia encontrará de nuevo y con toda la determinación lo que es esencial para ella, lo que siempre ha sido su centro: la fe en el Dios trinitario, en Jesucristo, el Hijo de Dios hecho hombre, la ayuda del Espíritu que durará hasta el fin.

La Iglesia reconocerá de nuevo en la fe y en la oración su verdadero centro y experimentará nuevamente los sacramentos como celebración y no como un problema de estructura litúrgica.

Será una Iglesia interiorizada, que no suspira por su mandato político y no flirtea con la izquierda ni con la derecha.

Le resultará muy difícil. En efecto, el proceso de la cristalización y la clarificación le costará también muchas fuerzas preciosas. La hará pobre, la convertirá en una Iglesia de los pequeños. El proceso resultará aún más difícil porque habrá que eliminar tanto la estrechez de miras sectaria como la voluntariedad envalentonada.

Se puede prever que todo esto requerirá tiempo. El proceso será largo y laborioso, al igual que también fue muy largo el camino que llevó de los falsos progresismos, en vísperas de la revolución francesa –cuando también entre los obispos estaba de moda ridiculizar los dogmas y tal vez incluso dar a entender que ni siquiera la existencia de Dios era en modo alguno segura(9)– hasta la renovación del siglo xix.

Pero tras la prueba de estas divisiones surgirá, de una Iglesia interiorizada y simplificada, una gran fuerza, porque los seres humanos serán indeciblemente solitarios en un mundo plenamente planificado.

Experimentarán, cuando Dios haya desaparecido totalmente para ellos, su absoluta y horrible pobreza. Y entonces descubrirán la pequeña comunidad de los creyentes como algo totalmente nuevo. Como una esperanza importante para ellos, como una respuesta que siempre han buscado a tientas.

A mí me parece seguro que a la Iglesia le aguardan tiempos muy difíciles. Su verdadera crisis apenas ha comenzado todavía. Hay que contar con fuertes sacudidas. Pero yo estoy también totalmente seguro de lo que permanecerá al final: no la Iglesia del culto político, que fracasó ya en Gobel, sino la Iglesia de la fe.

Ciertamente ya no será nunca más la fuerza dominante en la sociedad en la medida en que lo era hasta hace poco tiempo. Pero florecerá de nuevo y se hará visible a los seres humanos como la patria que les da vida y esperanza más allá de la muerte.

viernes, 24 de enero de 2014

Nuestra sociedad, herida de muerte

En la Historia hemos conocido grandes sociedades, grandes culturas que después de desplegar su grandeza, cayeron irremediablemente por diversas causas. Pensemos en el Imperio Romano, que tras desplegar toda su fortaleza en el mundo antiguo, decayó hasta el extremo de la desaparición, sin que pudieramos apuntar con el dedo a una causa específica, que no fuera la descomposición interna y la degradación de sus instituciones fundamentales.

Ese esquema se repite hoy en día. Estamos inmersos en un proceso de autodestrucción de nuestra socidad avanzada occidental por propia descomposición moral interna. Y este proceso no es debido al azar sino a un plan perfectamente orquestado que persigue acabar con las instituciones que han sido las esenciales para el desarrollo del pensamiento y la moral cristianas, como es la familia, núcleo social básico basado en el matrimonio entre un hombre y una mujer diferenciados en sus papeles.

La agenda es muy clara:

- para acabar con el matrimonio, hay que dar cabida en él a cualquier tipo de relación que se quiera establecer, por lo que el matrimonio perderá su esencia social fundamental.

- para ello es muy conveniente que el papel del hombre y la mujer queden desdibujados, para que se permitan enlaces hombre-hombre o mujer-mujer-hombre, por ejemplo. Para conseguir esto, el feminismo radical (que se cimenta sobre las bases de los movimientos sociales del siglo XX que perseguían los mismos derechos civiles para el hombre y la mujer, lógicos, por cierto, pero nada más) ya tiene las armas preparadas y listas, pues la etiqueta "machista" tiene efectos devastadores allí donde se utilice.

- el amor cristiano dejará de ser lo prioritario, para dar paso al sexo como motor prioritario de todas nuestra mociones, de manera que la permisividad sexual debe ser amplísima.

- como un mecanismo de "seguro" ante los riesgos de esta actividad, el derecho al aborto bajo diversas causas pseudojustificatorias será la excusa perfecta para el propio bienestar.

- la entrega personal al otro (véase la parábola del buen samaritano) dará paso a la solidaridad meramente económica con el que vive muy alejado, de manera que no lo conozco y no me causa problemas en mi día a día. La solidaridad se convertirá en la nueva palabra para la caridad, es decir, para el amor. 

- el bienestar propio y social será la nueva bandera. Todo lo que se oponga a él, podrá ser excluido, censurado e incluso víctima de la eutanasia.

- para este nuevo modelo social es una ayuda inestimable un sistema educativo perverso e incapacitante en el que se creen adolescentes manipulables y poco formados, que sean de inestimable ayuda en este proceso destructivo.

- nuevas formas de dependencia, cada vez más virulentas y graves, se instauran sin actividad por parte de los poderes públicos, dado que colaboran en este proceso destructivo; véase, por ejemplo, el uso indiscriminado de aparatos móviles (celulares) y otros equipos portátiles informáticos desde edades absolutamente precoces. La pérdida de tiempo y la permanente distracción que provocan actúan en contra del desarrollo lógico de la persona.

- las leyes y los impuestos no han de servir al bien común, sino que han de ser vehículos de autoperpetuación del Estado y de la propia ideología.

Como consecuencia de toda esta agenda, hoy muchas legislaciones occidentales empiezan a ver con buenos ojos la poligamia en sus diversas formas gracias al matrimonio homosexual que ha servido de semilla y de experimento social para la destrucción de la institución del matrimonio tal y como lo hemos conocido.

Hoy podemos encontrarnos con cierto material en internet en el que se recogen testimonios gráficos de las más diversas formas de "enlaces" ridículos y degradantes como los que sirven para legitimar la unión entre una mujer y su perro, entre un hombre y su coche, o entre cualquier persona y la paz o la libertad, todo bajo la apariencia de "derecho al matrimonio".

Gracias al desorden moral y a la permisividad social, no faltan iniciativas conducentes a ver cada vez con mejores ojos cualquier actividad sexual aunque sea con menores de edad amparados en el ejercicio del sexo como algo natural. Esto es consecuencia de la extensión de estos extremos hasta el punto de contaminar las esferas del poder donde se generan las leyes que rigen las sociedades.

El cáncer se origina en unas pocas células que terminan por contagiar su proceso destructivo a otras hasta que el enfermo alcanza un nivel de degradación tal que sus procesos vitales básicos son incompatibles con la vida.

Esto es lo que ocurre hoy en nuestra sociedad. Muchas causas han podido originar el primer daño que se ha ido extendiendo, pero hoy quiero fijarme en una de ellas de especial efecto virulento destructivo y es el feminismo radical mundial.

Han pretendido defender el derecho de la mujer destruyendo la esencia y la naturaleza propia del hombre. Han pretendido dar vida matando, y ese proceso nunca es positivo ni fructífero, sino destructivo y perverso, se practique en el ámbito que se practique.

Gracias a este movimiento hoy sigue habiendo muchas manifestaciones sociales que son propias de la mujer, pero ninguna del hombre. Todo atisbo de exclusividad masculino en cualquier ámbito social se tacha automáticamente de 'machismo' para conseguir su exterminio inmediato. Con esto se consigue que la mujer pueda participar en cualquier manifestación social, sin perder por ello la exclusividad que le es propia en muchísimos otros ámbitos.

Esto conduce a una desigualdad social manifiesta y a unos esquemas completamente distorsionados, que lo que persiguen es la destrucción social para instaurar un nuevo modelo igualitario en el que el predominio sea el de la mujer.

Nuestra sociedad está herida de muerte como lo estuvieron otras en la antigüedad. Esta opinión mía no nace del convencimiento de que la potencia infinita de Dios es capaz de cambiar las cosas sino del estudio comparativo con otros episodios de nuestra experiencia humana en el que la degeneración llega hasta un extremo en que es imparable.

Además otras sociedades esperan a la puerta de la nuestra para tomar posesión de los derribos de la nuestra y cimentar la suya propia. Otras sociedades que basan su fortaleza en el convencimiento de sus propios principios irrenunciables.

La sociedad occidental se enfrenta a su destrucción, gracias a la renuncia que ha hecho de los principios cristianos que hemos recibido en nuestra Tradición y que podemos leer en la Palabra de Dios.

Nuestra fe cristiana no está en juego, pues no depende de las estructuras sociales. Esto también nos lo ha enseñado la Historia, por lo que debemos encarar siempre el futuro con esperanza y con fe.